Minimalismo

El Minimalismo transformó en los sesenta la concepción de la relación de la obra de arte con el espacio presupuestado por la escultura de la vanguardia clásica. Se producen cambios en los espacios expositivos, en los que ahora predominan paredes blancas desnudas y grandes salas, dado el gran tamaño de los objetos minimal.

La mayoría de las obras minimalistas son poliedros regulares, aislados o en serie, de apariencia pobre o industrial, colores brillantes o apagados, materiales opacos o transparentes, o incluso construidas con ladrillos, neones o contrachapado; se trata de objetos geométricos simples en toda clase de materiales que carecen de la llamada “verdad del material” y de la neutralidad de los medios artísticos subordinados a la elaboración del artista.

El minimalismo deja fuera toda emoción. Es pura contemplación intelectual y objetiva, algo que llama la atención teniendo en cuenta el contexto político y social de cuando nacen en los años 60.

El minimalismo es, por así decirlo, como una performance. De alguna manera somos nosotros los espectadores los que hacemos la obra. Esto lo explican los propios artistas minimalistas al afirmar que estas esculturas sólo funcionan con público. Si no hay nadie, quedan desactivadas.

Esta característica es propia de la escultura, sin embargo los minimalistas utilizaron con mucho cuidado la palabra «escultura». No querían saber nada del ilusionismo que conlleva el concepto, pues la escultura es, ni más ni menos, transformar una materia prima para convertirla en otra cosa. El material es clave para esta gente, mostrar simple y llanamente «el objeto».

Algunas de sus principales obras: 


Red Circle On Black (1965) Jiro Yoshihara

Grace Kelly III (1994) Imi Knoebel

Polen from Hazelnut (2013) Wolfgang Laib

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